El Laboratorio de Propulsión a Reacción de la NASA realizó un estudio donde descubrió que las fallas sísmicas que existen en California, en el sur de los Estados Unidos y al norte de nuestro país, están conectadas por una brecha de 34 kilómetros de longitud. La mencionada falla forma parte de un sistema continuo de por lo menos 350 kilómetros de largo.
El equipo de investigación vio que el extremo sur de la falla Elsinore de California está vinculada con el extremo norte del sistema de fallas de Laguna Salada en la frontera con México.
Esta región ha sido estudiada por la NASA desde el 2009 junto con la ayuda de datos generados por el radar de apertura sintética de vehículos aéreos deshabitados (UAVSAR), el cual mide el nivel del suelo con una precisión extrema. Esto permite a los científicos analizar el cambio que ha sufrido el terreno con el paso del tiempo. Además, usan posicionamientos de GPS para ver la forma en la que el suelo se ha movido verticalmente.
Esta sección es llamada Ocotillo y aún está en desarrollo. Allí fue el lugar donde se produjo una réplica de magnitud 5.7 dos meses después del terremoto de El Mayor-Cucapah del 2010 en Baja California, provocando una falla de ocho kilómetros de longitud situada debajo del desierto de California. Lo que significa que la tierra continúa sus movimientos durante mucho tiempo después de que suceda cualquier temblor perceptible.
Las placas del Pacífico y de América del Norte se mueven unas sobre otras en el sur de California, de acuerdo con la investigación. La actividad sísmica en la región es un signo de su compleja geología.
La comprensión de estas conexiones entre fallas sísmicas ayudará a los científicos a entender mejor cómo es que el estrés se transfiere entre ellas y si un terremoto ocurrido en alguna es capaz de romper otras secciones, que al final podrían derivar en réplicas de mucha mayor intensidad.