Donald Trump firmó la orden ejecutiva para que la construcción del muro comience. Enrique Peña Nieto cancela su reunión para final de mes con el mandatario estadounidense. El dólar baja y sube y sube y sube. Todo es alboroto, especulaciones y alarde de nacionalismo de uno y otro lado. Pero existen algunos que tienen otro sentimiento rondándoles las entrañas. El miedo.
Ya se dijo que la idea de un muro de esa magnitud es ridícula y no sólo por el costo de miles de millones de dólares que representa, sino por temas de logística, que resultan mucho más importantes. Además, Trump está muy seguro de que nos lo va a cobrar de una manera u otra. Y la realidad es que sí puede.
¿Cómo? Una simple palabra: impuestos
Que ponga todos los impuestos que quiera, no los vamos a pagar. ¿Podemos asegurarlo? Un tema muy importante en las negociaciones entre ambos países son las remesas que se envían diariamente a México. Representan un mayor soporte económico que el que nos da el petróleo. ¿Qué pasaría si se empieza a fiscalizar? ¿Y si se empieza a retener un impuesto por monto de envío? ¿Qué les parece un 20%, un 30%? Para como van las cosas, a Trump se le puede ocurrir retener el 80% de las remesas como tributo al país donde están generando ese dinero. Y más de un legislador gringo pensará que no es una idea tan descabellada. Además que podría ser una buena estrategia para frenar la migración que tanto le molesta al descendiente de migrantes. Ya para qué voy si me van a quitar la mayoría de mi dinero.
Sí, para todo hay modo y los mexicanos, lamentablemente, nos pintamos solos para hacer lo que se nos dé la gana y pasarnos las leyes por el arco del triunfo. Sin embargo no en todo podemos hacer nuestra voluntad.
Creo que nadie, o muy pocos, tenemos una idea de la cantidad de productos que consumimos provenientes de empresas estadounidenses. Ha habido un sinfín de protestas por el gasolinazo, porque Dios nos libre de abstenernos de nuestro medio de transporte favorito y tener que caminar, andar en bicicleta, compartir el auto o andar en transporte público, sin embargo, nadie parece protestar porque la despensa del súper cada día sea más costosa. ¿Y si esos incrementos del 16% o incluso más, se dieran en productos de necesidad básica?
Olvidemos por un momento los autos o los servicios de televisión de paga, aun del internet. Y pensemos en productos alimenticios, ropa, construcción, medicinas, calzado, tecnología necesaria para servicios de agua y luz, por mencionar algunos. Un día, los costos se incrementan, al otro, aumentan más y más, porque hay que pagar el muro y tantas otras cosas de las que nos hemos aprovechado del pobrecito Estados Unidos, hasta que se vuelva insostenible.
Se cancela el TCLAN, todas las matrices y filiales mexicanas de empresas estadounidenses cierran sus puertas, la exportación de productos a EU resulta imposible por cargos aduanales. ¿Suena exagerado? Quizás. ¿Eso nunca sucedería? Quizás. ¿Los grandes poderes mundiales no lo permitirían? Quizás.
O quizás no. Muchos no creían que Trump llegara a la presidencia y llegó. Muchos insisten en lo poco viable que es la construcción del muro, por muchas razones, y la orden ya se firmó.
Por el momento, todos tienen los ojos puestos en el pleito del año: México vs. Estados Unidos, y los dimes y diretes abundan en los medios de comunicación y las redes sociales. Analizan, especulan, opinan, pronostican, de la misma manera que lo estamos haciendo aquí.
Y tal vez lo que necesitemos en realidad es dejar de depender tanto del país vecino. Preocuparnos más por el gobierno que hemos creado, por nuestra educación y cultura, nuestras tecnologías, nuestras leyes, nuestra manía por romper las leyes. Tal vez debemos dejar de quejarnos y querer que nos den todo peladito, en la boca y al menor costo posible. Buscar maneras más eficaces de que las cosas cambien y no andar afectando a terceros con marchas y protestas. Interesarnos más en el rumbo que está tomando nuestro país, junto con todos nosotros, que ha sido el mismo desde hace tanto tiempo y nos tiene tan disgustados.
Estados Unidos no es el único país del mundo que produce cosas y al que podemos irnos a trabajar. Pero, es un hecho que se ha vuelto una muleta imprescindible para nosotros y nos aterra la idea de que nos la vayan a quitar.
Las cartas apenas se están barajando. Ya que se pongan sobre la mesa veremos de a cómo nos toca. Mientras tanto, hay que mantenerse informado y esperar lo peor, que esto va para largo.